lunes, 13 de enero de 2014

63 (Vida del inventor Torres Quevedo)


63

Vida del inventor español Torres Quevedo según Fernando Caro-Baroja del Pulgar[1].

Nacimiento, desarrollo y apoteosis

A muchos biógrafos les llama la atención que su madre decidiera regresar a las Hurdes – tras los grandes estragos que durante su juventud realizara Luis Buñuel en aquella famosa región - para dar a luz a su segundo hijo. Las razones aludidas para que el acontecimiento ocurriese en aquel bárbaro país – tan representativo de lo español - son peregrinas. Entre ellas hay explicaciones gastronómicas de naturaleza tan frágil como pensar que la madre quisiera que su familia, llegado el momento, compartiese su placenta, o la dada por un hijo del inventor que lo achacaba a la pereza extremada de los tocólogos pacenses. Otros han hecho alusión a la locura de la madre a la que en repetidas ocasiones tuvo que impedírsele que exhibiera su redondez al bajo clero como si de una deformidad se tratara.

Así fue como años más tarde entre grandes dolores se inició la gestación de la máquina calculadora, el primer puente eléctrico y -mientras sus colegas americanos y británicos competían por inventar el televisor - el mando a distancia.



En 1912 construye El Ajedrecista. A diferencia de “El Turco” no jugaba de manera muy precisa y no siempre llegaba al mate en el número mínimo de movimientos. Pero sí que logró la victoria en un puñado de ocasiones. En su tiempo, esto fue considerado como un suceso extraordinario en el curso de la producción científica española.

  



[1] Nos enfrentamos en esta ocasión con una antojadiza soflama dirigida al siempre precario estado de la ciencia española. Haría bien Mansalva en recordar que el “inventen ellos” – confusamente atribuido aquí a los nocillos - ha visto su sentido radicalmente alterado a la luz de la fuga de cerebros que en la actualidad azota a nuestro país.
 

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