lunes, 13 de enero de 2014

INTRODUCCIÓN A VAINILLA DREAM (Juan Comilla)


NUEVA INTRODUCCIÓN A VAINILLA DREAM

Doce años después de la publicación de Vainilla Dream volvemos a hacernos la misma pregunta: ¿Qué razón pudo mover a Redondo Mansalva a escribir su salvaje y desnortada parodia de una obra cuya aparición se situaba todavía cuatro años en el futuro? Sería tentador mantenernos en el terreno de las certezas y sostener junto a Marta Sanz, que Nocilla Dream, ese “milagroso injerto en el podrido árbol de la narrativa español”, no tiene necesidad de adalides. Mantener la cabeza alta. Arroyo sin fin. Igualmente razonable sería defender que solo haciéndonos una idea cabal de aquellos años estaremos en una posición firme de prevenir el inasumible retorno de una literatura prerrizomática. Pero vayamos por partes.


 Pocos lectores serios cuestionarían que el 2002 fue un mal año para nuestras letras. El primer aldabonazo llegó en vísperas de Reyes con la publicación de Un Buhonero en Nueva York. Esta novela proporcionará a Antonio Molinillo Moñíguez renovada ocasión de lamentarse sobre la mutabilidad de todas las cosas, y de introducir el que iba a convertirse en el eje central de toda su obra posterior: El conflicto entre el cefirismo de Villa y el eolismo de Aldea.


Azuzada por el mismo genio inculto y venturosamente experimental (que a la sazón, acabaría por relevarse como el anunciado heraldo de la Posliteratura), Diantres Asco introducía el buenismo en España con Amarrada, Amordazada y Porculizada, una sugestiva apología de las mujeres y de sus aliados en el género eréctil.


Apuntalando el naufragio, Miguel Esforzado publicaba sus Memorias de un Espía Aburrido. Desde la contrabierta de la segunda edición el jovencísimo autor (sonriente en la foto mientras se estira los ojos para parecer chino), reivindica abiertamente sus indiscreciones - cuyo más notorio resultado fue la completa desarticulación de la red asiática del CNI - como un canto a la capacidad de la literatura de transformar el mundo, un guiño, en definitiva, a la novel tesis de Jorge Gorrión de la literatura como proyecto ético.


 A la vista de este desastre no debe sorprendernos que entre sus costuras pudiera colarse sin mayor escándalo la publicación de Vanilla Dream.

Aquellos que vivieron esos años no tendrán problemas en evocar el extraordinario clima de crispación que dominaba todos los ámbitos de la sociedad, y que al extenderse a la literatura no se conformó, como había sido tradicional, con atacar las editoriales, los entremanejes, los premios, chanchullos y los talleres de escritura creativa, otrora arraigadas cunas de genios, sino que se extendió por la primera vez a los propios autores. El cabreo con la literatura era generalizado y profundo.  
Las cosas llegaron a tal extremo que era raro que pasase un día sin que se produjese una agresión en el mundillo literario. Uno de los casos más jaleados por la prensa cultural tuvo como improbable protagonista a Carlos “Carlitos” Tongoy, conocido hasta entonces por sus tranquilas costumbres dialécticas, y que sin aparente motivo que diera lugar a su espeluznante comportamiento publicó este comentario en su blog: Miguel querido, ya sé que me aborreces, que no me quieres en lo que yo valgo, pero advierte que mi Sentido Crítico se encuentra en “Paradero Desconocido”, donde tú ya sabes, teniendo sexo anal con tu Sentido del Humor.
La propia recepción de Vainilla Dream no se libró de esta tónica general – una recepción por otra parte gélida, a excepción de algunos conatos aislados de extremada agresividad atendiendo a la baja calidad literaria de la obra. Con característico acento arcaico, Fernando Valls describirá a Mansalva - en un comentario que reciclaría años más tarde para atacar a Agustín Fernández Mallo – como “no muy enemigo de polémicas, algo soliviantador de ánimos, y principalísimo estorbo para la paz de la república literaria”.


Desde los sectores más conservadores de la crítica se ha tendido a subrayar las dificultades asociadas a la cronología de la aparición de los libros. ¿Puede una obra nacer al abrigo de su propia parodia? Entre las respuestas – argumentos científicos y filosóficos que pueden soportar sin pesadumbre la etiqueta indie – queremos destacar las siguientes.

  1. Argumento de Hegel. Del mismo modo que lo real debe supeditarse a lo racional, la primacía lógica debe imponerse sobre la primacía temporal. Es más lógico, en este sentido, que una obra como Vainilla Dream, al carecer de una dimensión pangeica, o de lo que es más preocupante, de una solvente armadura paratextual, se considere un predicado a la búsqueda de un sujeto.
  2. Argumento de Edipo (o “Lascivius”). Como ha señalado Vicente Luis Mora con penetrante y entrañable ironía, “Edipo, el aciago rey de Tebas, ha sido visto como el prototipo de hombre que decide buscar sabiduría y a Anaxágoras a cualquier precio”. Tal para cual. Según esta interpretación, Edipo quiere ser Edipo, y para asegurarse de que llegará a ser Edipo se ve obligado a recurrir a una treta que muy pronto adoptará todos los rasgos de una paradoja temporal: la identificación absoluta con su padre. Solo convirtiéndose en padre de sí mismo logrará Edipo, sin contravenir el dictado de los dioses, suavizar el impacto del incesto, prevenir el parricidio y sanar su ceguera histérica. Ergo Vainilla Dream.
  3. Argumento del Retroceso Cuántico-Estético (un “Argumento en Obras”). Una posibilidad más exótica postula la reversibilidad de determinados procesos físicos y estéticos y que a nivel macroscópico se manifestaría como una reducción de los niveles de entropía, acompañado de una involución de la calidad artística. Según este controvertido argumento, Vainilla Dream habría viajado al pasado donde todavía aguarda el juicio de la preteridad.
  4. Argumento del Cerebro de Boltzmann. Wikipedia define el cerebro de Boltzmann como “una entidad hipotética consciente de sí misma, que se imagina originada por fluctuaciones aleatorias cosmológicas surgidas de un estado caótico de la realidad.” ¿Pudo Vainilla Dream ser escrito por un cerebro de Boltzmann, completo con la falsa creencia de ser Redondo Mansalva? El mutismo que guarda al respecto el propio Mansalva, unido al de la comunidad científica, nos obligan a ampliar el campo de búsqueda. Desde sectores leales al nocillismo  se ha apuntado que se requeriría de una fluctuación aleatoria más intensa, y por ello más improbable, para alumbrar un Boltzmann-Mallo que un Boltzmann-Mansalva. Con su habitual sagacidad, el propio Agustín Fernández Mallo se ha negado a descartar una posibilidad aún más inquietante: Que vivamos en un subuniverso suficientemente atípico como para que el número de cerebros de Boltzmann cobijando la falsa memoria de haber escrito Vainilla Dream supere el de todos los seres humanos que han existido y que existirán jamás.  

Con esta potente panoplia de argumentos no resulta temerario proclamar consumada desde ya la derrota de todos los pedantes.


Un último obstáculo queda en pie si queremos atribuir carta de legitimidad a la cronología: ¿Fue Vainilla Dream una parodia necesaria?


Dos datos: En enero de 2003 el Corte Inglés daba a conocer los resultados que arrojó la encuesta Viejos Tiempos, Nuevos Lectores. Hasta un 58% de los lectores consultados habría apostado “fuerte o muy fuertemente” por un repunte del “fragmentarismo” como el método más eficaz de enganchar a los jóvenes a la lectura. 


Y si esto no bastara a mostrar el nuevo rumbo que estaba a punto de emprender nuestra estrangulada narrativa, en abril del mismo año el barómetro del CIS hacía públicos los resultados de su última encuesta. Junto a las preocupaciones tradicionales de los españoles, el paro (con el 80%), el terrorismo (72%) e Irak (65%), se sumaba por primera vez el “carácter insuficientemente postpoético de la poesía española” con un nada desdeñable 41%.


Clara evidencia demoscópica de la plena factibilidad del “milagroso injerto”, libre ahora del inicuo lastre paródico. Demos respetuosa constancia del nuevo retrato que va emergiendo de nuestro renovador: Un “ser-entre” – enérgico avaro -, un ojo y una llaga que acapara brotes verdes y nuevas tendencias en el hediondo erial en el que se había convertido nuestra literatura.


Hasta 2005 la mayoría de los críticos se habían conformado con ubicar a  Vainilla Dream en el terreno de la literatura juvenil – su balbuceante trolismo e indigesta obsesión con la corrupción de los premios literarios parecían ameritar el sumario juicio. Desde entonces, no han faltado los lectores que han creído encontrar en Vainilla Dream nada menos que una crítica de los “purulentos estertores del posmodernismo en nuestras letras” digna de algún tipo de réplica.


Ya ninguna persona sensata duda que el “gran relato del posmodernismo” esté aquí para quedarse. Pero si el grueso de la denuncia de Mansalva ha sido falsado por acontecimientos posteriores, no estará de más que demos en beneficio del lector “contestación” a algunas de las imposturas que mojonan la obra.


¿En qué se diferencia un escritor español posmoderno, inmenso conocedor de Pynchon, Mad Men y topologías varias, y un pulcro punk japonés mascullando obscenidades que no harían ruborizar al mismo Padre Honorio? Según el gran retórico Mansalva en nada, absolutamente nada. El “gran” cosmopolitismo de la vanguardia nocillista reducido a una anglofilia servil y colonial que incorpora golosamente la “provincia España” a su destino manifiesto.


Pero hay más. Incansable en su baldío esfuerzo por minar las claves estéticas de una obra – que recordemos – aún no había sido escrita, reivindica Redondo para los nocillos la existencia de su propio “oscuro pasajero”: el actor navarro Alfredo Landa, que espada (o en su caso espadín) de Damocles en mano, vendría regularmente a desbaratar los ejercicios de escenificación más laboriosos de nuestra modernidad literaria.


Sirva como término a esta ya excesiva introducción la irónica denuncia que ha hecho Jesús Ferrero Ferré del inhumano tradicionalismo de Mansalva: “La pervivencia del mal (realista) garantiza, como sabía Balmes, que la supervivencia de la literatura esté vinculada a esa función suprema: practicar el mal (realista) y mostrarlo sin contemplaciones para que podamos verlo en toda su monstruosa desnudez”. Nunca fue una parodia menos necesaria.
Juan Comilla

 

1 comentario:

  1. Ay, tordesillesco autor, Juan, abre Comillas. Me temo que hubo un sueño premonitorio del posterior sueño vainillesco o vaillinoso, que sobre este punto no se ponen de acuerdo los autores. Ya dijo el sabio que a lo mejor toda la literatura pertenece a un sólo espíritu que se va manifestando a lo largo del tiempo, usando nuestros instrumentales cuerpos para sus fines.

    ResponderEliminar