domingo, 28 de mayo de 2017

Despertando a Vicente Luis Mora


 
Despertar pensando que conozco a homófobos activos en tres bares gay.
 
Despierto en Novosibirsk, donde soy director del Instituto Murakami. Me dispongo a dar una conferencia en la que expongo los beneficios para la salud del glutamato de monosodio. Un oso siberiano levanta la peluda y espeta: “Hablas muy gracioso, ¿eres andaluz?”
 
 
Despertarse con Caraculo al pie de la cama. Caraculo fue una de las víctimas de mi primera “limpia” de Facebook. Señalándome con ambos índices, un pistolero desconfiado de sus propias habilidades, me revela: Desengáñate, ya no eres Vicente, en cambio, “estás” Vicente. Asiento de inmediato con la segunda cabeza.

 
Despierto para descubrir que la clase se ha vaciado de alumnas. Un chivato me comunica su paradero. “Están en la tamponería buscando una oveja descarriada, una chica en realidad”. Muy avergonzado entro y una chica muy bonita, una verdadera pintalobos me dice: “no te agobies cari, te encuentras en una tamponería unisex”.
 
 
Despertarse y recibir en mi saloncito rojo a mi hijo, un anciano de 67 años que me explica alborozado sus antiguas relaciones con Maria K. Miras en dirección a la cocina y descubres el Atacama. “Algún día este estercolero será tuyo. Tu cuerpo es un templo al que un día vendrán a rendir culto los gusanos más jugosos”.
 
 
Despertar tras soñar con el Mal de Pangea. Sin poder impedirlo reseñas la más reciente antología de cuento como si estuvieras describiendo un patio cordobés: enrejado lírico en el macetario de Eloy Tizón.